Hvar

Hvar

La isla más famosa. Acá es donde los ingleses vienen a emborracharse. Las familias que no quieren hacerlo, ya que con niños el buen ejemplo debe cundir, miran desde las terracitas de los cafés como los ingleses lo hacen. La verdad es que la cosa termina relativamente temprano; a las 10 de la noche ya licor ha sido consumido sin moderación. A media noche, los que han conquistado se van a sus respectivos hoteles a cobrar su premio. Los que en conquistas poca experiencia, o buena suerte tienen, a las dos o tres discotecas que hay en el pueblo se van a seguir perseverando. Quedan, eso sí, un cúmulo de derrotados que yacen en el suelo. No porque en las batallas de conquistas hayan caído, no señor, el suelo los calienta y consuela porque con sus mismas armas se han disparado en el pie, o estómago; en fin, de tanto consumir licor para armarse de valor, sus sueños de conquista en imágenes difusas han quedado, y su digno porte, creado con esmero en incómodos baños de hostal antes de salir, el olvido se los ha llevado. Por último, restan los siempre presentes testigos de estas derrotas que, en la mayoría de los casos, serían parejitas que ya no necesitan copular constantemente y quienes en ese momento no se encontraban en plan conquista. Ahhh se me olvidaba… !Los más importantes! Quienes tienen el deber de conservar la memoria histórica e informar a las futuras generaciones – generaciones que renacerán de las cenizas al siguiente día – que fue lo que hicieron la noche anterior.

Casi siempre los pobres condenados a cargar con el pesado fardo de la historia son quienes ostentan el título de los mejores amigos. En el caso femenino, y por ser nuestros protagonistas hablantes de la lengua inglesa, la BFF. Nuestra BFF (best Friends forever, siendo forever una unidad de tiempo compuesta por dos o tres noviecitos de una hasta que la envidia las haga que la otra pelee) la llamaremos Lucy a falta de nombre conocido. La futura caída en batalla la llamaremos Jessica. Jessy, tal como sus BFFs le dicen, se ha arreglado al igual que todas sus amigas, con la moda playera inglesa; es decir, un shortcito que no es shortcito pero para que los cachetes sobresalgan será subido hasta mas arriba del ombligo, con la doble esperanza que también los inmensos calzones y la puerta de entrada de su aparato reproductor sean fielmente representados en la textura de la tela del material de su extraña prenda. Acompaña al short una camisa con el escote en las axilas; escote predilecto para que las tiritas del brassier se vean y, si de eso no tienen nada puesto, que los pliegues de sus atributos sean expuestos a la luz de las farolas para que los testigos masculinos sean debilitados como combatientes enemigos para que puedan ser conquistados.

Por último, portan las infaltables havainas, llamadas flip flops por estas latitudes. Y, como aditamento extra, una botella de vodka o vasito con cocktails de colorcitos, portados con… nada de clase ni elegancia, son portados con firmeza, no vayan de pronto a caerse semejantes elíxires de alto costo.

Después de una narración de shortcitos de haute couture y botellas de vodka prêt a porter por parte de un narrador que de moda poco sabe, pasamos a la acción. En esta no nos expandimos. Lucy y Jessy hacen lo que todo el mundo hace cuando en batallas de este tipo esta inmerso: hablar mierda. De sus bocas salen toneladas de metafórico popó combinadas con alcohol; llamemos pues a este tipo de animada charla superficial etílica como excrementol. La batalla, consiste en excrementolear al contrincante y si este, una vez cubierto por esta transparente materia, se revuelca en un espasmo de hilaridad, pues la contraparte gana un punto. Esta batalla no consiste en derrotar al enemigo, es una lucha gana – gana, donde la real victoria se cobra una vez ambos contrincantes poseen unos simbólicos diez puntos. Llegados a esta unidad de medida, ambos deberán proceder a sellar la conclusión de la batalla con un beso y, a partir de allí, todo consistirá en esperar el deseado momento en que la BFF mas envidiosa, o sea, la que posee el titulo de la mejor, esté descuidada para poder nuestra parejita desaparecer en la noche y cobrar la victoria en la batalla. Al siguiente día, cuando despierten junto con su contrincante, se conocerán en muchos, la cara de la derrota.

Jessy comienza a excrementolear con un X. Rápidamente ambos llegan a los diez puntos y sellan la conclusión de su batalla. X se va, para el baño o para el bar a comprar otra cosa, pero Jessy no da espera; encuentra a Y en el camino y con una excrementoleada rápida otra batalla finiquita. No sabemos que pasa con Y, ya no está, X tampoco, debe seguir haciendo la fila para comprarse otra cervecita, en fin, el muellecito de Hvar es perfecto para seguir encontrándose letras del alfabeto. No siendo más, Z aparece en escena pero a Jessy ya no le provoca excrementolear, simplemente violando todas las guerras de la historia, bajo un fraudulento pacto, Z y Jessy sellan, con un gigantesco y longevo beso, una batalla no combatida. – ¡Venga! ¡Jessy ya gana batallas sin siquiera combatirlas! –, dicen las miradas de potenciales combatientes masculinos. Lucy, preocupada por la historia y lo que el almanaque Bristol 2014 diga de su mejor amiga, procede a corregir estas distorsiones históricas y con mucho tacto impide que Z la porte a algún copuladero fuera de su alcance.

Rescatada la damisela del peligro pero ignorándolo por completo, procede a insultar a su BFF por impedirle continuar con su victorioso frenesí. Lucy, ya sabiendo que su noche ha terminado y que su rol se ha modificado de guerrera a historiadora, procede a sostener a la protagonista del presente y grabar sus acciones para en un futuro poderlo reproducir como un pasado a la misma damisela que seguramente la escuchará entre en lágrimas. Por el momento la futura llorosa damisela es un fardo sin mucho equilibrio. Afortunadamente el suelo es sólido y siempre se encuentra en el mismo punto; de él no la deja pasar. Lucy, con paciencia, arrastra el peso de la historia hasta una escalerita para que allí, ella pueda con toda confianza, devolver al mundo lo que hace 3 horas comió.

¡Ahhh que pesar! No es que la cocina croata se caracterice por su excelencia, de especial no tiene nada, pero mirémoslo desde otra perspectiva: ¿Qué pensaría el cocinero que con tanto esmero cocinó el mediocre sanduchito que en este momento es arrojado al suelo sin protocolo alguno? Así, con desgano, sanduchito por aquí… sanduchito por allá… siquiera es tarde y el cocinero se encuentra en su casa con su familia, porque, ¿se imaginan su cara? Bueno, saliéndonos de las hipótesis volvemos a la realidad y en ella Lucy sostiene el pelo de Jessy para que el sanduchito líquido no lo impregne. Pasa el tiempo y el suelo con toda su rigidez sigue sosteniendo a Jessy que yace al lado de su sanduchito y jugo natural de la comida; además, ahora le acompaña pizza y cocacola del almuerzo. Lucy, sentada en el borde de una escalera, la acaricia mientras Jessy llora, gime y saca al vuelo palabras cubiertas de un velo misterioso que al aire salen sin que nadie las comprenda.

Así como así de la nada aparecen BFF III y BFF IV que, distrayéndose de sus propias batallas, se sientan en la misma escalerita que Lucy y hablando de sus derrotas de la noche, a Jessy duermen. Unas dos horas después, ya siendo la una o dos de la mañana, el sueño, pavoneándose como todos los que por ese muelle andan, las encuentra prestas para él y, sin prestar atención ceremonias precopulativas de Hvar, sin siquiera excrementolear un poquitico, las abraza y cubriéndolas con su extenso alcance, a su metafórico hogar las lleva. La escena podrá haber continuado pero el narrador ya está embuchado con cerveza y a su hostal se quiere ir a dormir. Se queda como postal de Hvar, tres damiselas dormidas en una escalerita y una cuarta que yace acostada en el suelo, entre pizza y sánduche líquido, restos gastronómicos del día que se acaba.

El tiempo a caminar para llegar a las playas (que no lo son, simplemente son rocas donde las personas se queman) es de unos cómodos 30 minutos. Allí, como atracción del día, muestra de la más alta moda inglesa, se ve a una modelo portar las gafas más grandes jamás vistas. Negras polarizadas, cubren un rostro que al parecer el sol le molesta. Poca piel se deja ver por los lados, sin embargo, a pesar de lo soleado del día, un verdor colorea esa tierna tez que se logra colar de la protección gafística. La persona que las porta no se mueve un solo milímetro, está sentada en una pose rígida y no parece querer moverse. A su lado tenemos una tal Lucy conversando de lo más animada. Habla con otras dos y de cuando en cuando señala a la portadora de la máscara polarizada. Se ríen. Es de notar, que la notaria de la historia sí ha registrado con alta fidelidad los eventos sucedidos la noche anterior y los está transmitiendo a las futuras generaciones para que tan instructiva historia no se pierda.

 

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