Maria Waldrast & Zirbenweg

Jesús llegó a Maria Waldrast*, acababa de ser informado de los despiadados planes de su padre y sin más, a la mesera que exhibía sus atributos en un apretado dirndl*, le pidió un litro de cerveza, un Gross Kasspatzln* cómo plato principal y de postre, Kaiserschmarren* y un Apfelstrudel* porque, ¡que más da! ¡A quién le importa el colesterol si esa iba a ser su última cena!

Ya lo sabía: esa mismísima noche Judas le iba a traicionar, moriría crucificado al siguiente día, dos siglos más tarde se inventarían una religión en su honor y sus seguidores, durante dos mil y piquito de años, asesinarían sin compasión millones de humanos hasta que un día, la tierra, recalentada, haría un trabajo tan definitivo, que todo recuerdo de él – y de los humanos – sería borrado y, pasados millones de años, unas cucarachas gigantes dominarían el planeta.

Si Jesús tuviera elección, ordenaría como primer plato una sopa de morfina, de postre Novalgin y, mientras bebe algún potage opiaceo, se fumaría un porro, ojalá con la marihuana más genéticamente modificada posible; pues, conocedor de su dolorosa muerte, un poco de anestesia para padecimientos futuros no le vendrían mal. Lamentablemente su infinitamente cruel y tiránico padre se lo había prohibido: – Hijo mío, – le había dicho. – Ve y muere con dignidad. Ante el dolor de los latigazos, no te olvides en gemir como un tenor, ojalá en Do o en Mi, que suenan más varoniles. Mientras más sufras y tu dolor más visible sea, mejor. Las estatuitas de tu muerte más tétricas quedarán y más gente se sentirá inducida a matar a otros. En el futuro habrá tanta, pero tanta gente que es necesario que se entrematen para que el planeta dure hasta el 2500. Si acaso vez que no puedes soportar el dolor, piensa en los osos polares, ¡te necesitan! ¡Tu muerte hará que los humanos se reduzcan por si mismos! –. Acto seguido dios padre abrazó a su hijo, le dio un beso en la mejilla y añadió: – ¡Ah!, ¡y que no se te olvide! A sufrir de verdad, verdad. Si me doy cuenta que hiciste trampa, ¡Fuego eterno! ¿Me entendiste? ¡Fuego eterno! – Hecha la advertencia, – Le quiero mucho. Bendiciones. ¡Amén! – Dijeron ambos y se separaron.

Acabado el festín, ido Judás y los demás, Jesús, previsivo, se fue a su casa y, siguiendo las instrucciones que su madre siempre daba para “el por si acaso un accidente”, se puso unos calsonsillos limpios, para que las enfermeras, o quien fuera encargado de coger su cadaver, no los fueran a encontrar medio cagados; pues, aparte de gemir en Do – o en Mi –, parte de la dignidad mortuaria incluye ropas elegantes y sobretodo, limpias.

Aquí debemos entrar a contarle al lector que el dios padre no había considerado la indumentaria del suplicio y por lo tanto, en su narración, a su futuro extinto hijo no incluyó este detalle. Fue así que los calsonsillos limpios no sirvieron de nada pues cuando los militares austriacos fueron a arrestar a Jesús, lo primero que hicieron fue empelotarlo y darle una toallita de spa para que se la pusiera como un pañal, vaya uno a saber la razón; los austriacos son así, raros.

Acto seguido, como se podría esperar de los hijos de la patria de Hitler, encerraron a Jesús en el monasterio de María Waldrast donde, como medida extrema de tortura, lo sometieron durante un mes completo a una dieta de postrecitos vieneses, que a los ojos parecían unas verdaderas delicias pero que por dentro escondían toda la sevicia que la raza humana puede esconder en sus oscuros corazones: eran postres veganos, y además, gluten free. Jesús gimió el mes entero como un farinelli, sobretodo en Si mayor.

Famélico e iracundo, en su celda repetía sumergido en delirios de venganza – ¡No tendrán jamás calma! ¡Ya verán mi vendetta! – con ojos rojos irradiando odio elaboraba su plan: – ¡Doscientos años sin paz, ni tranquilidad, hasta que el calentamiento global los borre! – No cavilaba Jesús contra Austria, no señor, ¡lo hacía contra Colombia!

Un militar austriaco le había contado que la dieta vegana no tenía otra razón diferente a que lo necesitaban bien livianito para la crucifixión. Resultó que habían mandado a hacer la cruz en el tercer mundo – más que todo por costos – y resultó que la cruz había sido construida por un ingeniero colombiano. Aparte de cambiar la madera buena por una de menor calidad y haber trocado los clavos de acero por unas puntillas baratas, la había embarrado completamente con la construcción: ¡no había ningún ángulo recto! En fin, la cruz solo lo soportaría si pesaba más o menos lo mismo que un niño.

El día que llegó al peso deseado, se anudo su toalla de spa notando que sobraba bastante tela y, entre compungido y dichoso por su próxima muerte, a través de un sendero que bordeaba la montañas, más tarde llamado el Zirbenweg*, recorrió el camino hacia la eternidad. Al final del camino, al lado de un teleférico encontró la “cruz”. Fue clavado sin mucha ceremonia y bien rápido murió (los galenos no realizaron ninguna autopsia pues con solo verlo se dedujeron que fue de hambre). Reprimido por su padre al llegar al cielo por haber tenido la indignidad de gemir en notas diferentes a Do o Mi, y que por cuenta de eso los osos polares no iban a tener ninguna posibilidad de llegar al 2050, decidió pues dedicar toda su energía, no en salvar a la humanidad, ya estaba condenada a la desaparición, sino en cambio en cumplir su prometida venganza. ¡Y si que lo hizo! Llegó a tal encarnizamiento contra el país de sus odios ¡que un tal Uribe fue presidente!

Jesús con la toalla de spa puesta como un pañal, en una cruz de mala factura y con muchos, pero muchos kilos de menos.

 

Normalmente los Jesuses vienen con six pack y en pose rítmica tipo azerejé o macarena, además de cara orgásmica, sin embargo en el Tirol, la flaqueza de quien no ha visto una tajada de carne en su vida, mirada depresiva invernal y toallita taparabos de dimensiones generosas hacen de estos Jesuses unos héroes religiosos más bien tristongos. Provoca más rezarle a la triste Abejita Maya o al depresivo Nemo, en fin… aquí les dejo:

Otras representaciones del Jesús famelico tirolés

Celda de Jesús en el monasterio de Maria Waldrast
El monasterio de Maria Waldrast
La panorámica de Jesús al principio del Zirbenweg
El Zirbenweg, vía dolorosa o viacrucis
Zirbenbaum. Pino de donde procede el licor del Zirben
Un chalet en medio del camino
Bebedero al final del recorrido
La entrada al paraíso
Montañas tirolesas, última visión terrenal de famelico Jesús

Maria Waldrast: Lugar de peregrinaje en las montañas vecinas a Innsbruck, en el Tirol austriaco.
Dirndl: Traje de dama típico tirolés.
Kasspatzln: Hágase de cuenta unos Gnocchi con queso derretido, mucha tocineta y cebolla.
Kaiserschmarren: Pancake revuelto. Con un poco de ron, pasas y helado queda lo más de bueno.
Apfelstrudel: Pie de manzana.
Zirben: es un licor que proviene de semillas de pino. Zirbenweg: un camino bordeado por estos pinos también cercano a Innsbruck.