Temprano, salí de Lausanne. Normalmente salir de las ciudades suizas no es difícil; lo que uno debe saber – para eso tengo una app – es el numero, o los numeros, de las rutas ciclables que se van a seguir en el día. Como suiza es suiza y acá si las cosas no están numeradas y señalizadas, los ciudadanos no sabrían que hacer con sus vidas; habrían muchas posibilidades de elección y eso no va mucho con la personalidad local. Dicho esto, es bastante útil saber el numero de la ruta y verla bien señalizada porque la acción de salir de la ciudad se torna increíblemente fácil. Nada parecido a las increíbles peripecias hechas cada mañana, con la motico, en las urbes latinoamericanas. Estas rutas ciclables numerdas no solo son autopistas para bicicletas, sino que además están pensadas para pasar por los lugares más bonitos (si no es muy duro para un adulto promedio). Por lo tanto, una vez salido de Lausanne, la ruta se trepó a medias por la montaña para poder atravezar los viñedos – que son famosos – asentados en les terrases de Lavaux. Ya lo verán en las fotos; es un lugar especial. Este sendero vinícola termina en el pueblito de Vevey, dónde tomado el café de regla, pudé seguir bordeando el lago hasta la famosa ciudad de Montreux. Resultó ser bastante sosa: tiene sus hôtel de ville muy lujosos, sus casinos, pero en realidad no es más que una calle bordeada de lujo sin mucha grácia. Es una ciudad sin espacio, completamente estrangulada por las montañas y el lago leman y, solo la oxigena la plata de sus visitantes. Una vez llegué a Villeneuve, tuve que decidir que hacer: entrar a Francia o tomar alguna ruta alternativa en Suiza. El dilema se presentó porque las cifras covídicas francesas no son nada alagueñas y bien posible es que Suiza la ponga en la lista roja. Si esto pasa, volver a Suiza podría ser complicado por cuenta de las cuarentenas. Justo en la desviación a la frontera me encontré con una señora que se encontraba en el pueblo fronterizo y me contó que en las varias semanas que llevaba en el pueblo, no había pasado la frontera por lo poco recomendable que era. No necesité más. Enruté la bicicleta hacia Valais, dejé atrás el lago y en muy poco tiempo me vi en un valle entre dos montañas con el río Ródano entre ellas. Pues bien, al parecer haré el Ródano, no hacía Marsella como al principio tenía planeado, sino hacia su nacimiento, arriba en los Alpes. En el camino me encontré un ciclista y conversando se nos fue el tiempo hasta que nos separamos unos kilómetros antes de Sion. Yo seguí, pasé la ciudad y después encontré un camping, donde he armado mi carpita por primera vez, he lavado la ropa y por el momento no hago más. Todos los visitantes, belgas y holandeses, tienen pelo blanco y pocas ganas de hablar. El propietario no ha hecho sino renegar de la burguesía – un camping vecino al parecer con mejor presupuesto – y sobre el cambio de turismo por cuenta de la plaga. En fin, una conversación entretenida.
Distancia: 113km Ascenso: 954m Clima: Soleado Humor: Buenísimo