— ¿Ven ese perro? —, dijo. Levantó la mano para hacer más evidente su caso; nos mostró una cadenita del tipo french poodle que se alargan y encogen según la energía del perro, la cual tenía como detalle el estar decorada por una especie de textura de leopardo rojo.
Vimos un bulto en el asfalto, casi en la acera del frente.
— Es mío —. Pum! Pasó un carro sobre el bulto y este, inerte, dio unas tres vueltas sobre la misma calzada. El perrito no era un french poodle, ya ni me acuerdo el color, de pronto era mediano, de pelo oscuro, además su pelaje era corto, nada de esos perros peludos que se puede encontrar uno por ahí, en la calle; es de notar que en Las Vegas cuando el verano llega es siempre mejor (si se es un cánido) portar pelo corto y, como de seguro en este caso, si se es un perro apartamentero, se recomienda tener el pelo cortico para que no vuelva el sofá una mata de pelo! En fin, el detalle más importante del perro del cual tratamos es que estaba bien muerto y su dueño, un paquistaní con una correa de leopardo rojo en su mano nos miraba con una cara de tristeza que provocaba abrazarlo y llorar juntos.
Después de hacer caras compungidas y expresarle al hombre unos “It’s so sad!” y otros “I’m so sorrys!, entonados con inmensa tristeza, nos encontramos en un verdadero problema: ¡el semáforo era larguísimo! Henos pues en una esquina en el Vegas Strip con un hombre que quería llorar y nos miraba desconsolado esperando consuelo; al fondo, unos seis carriles atrás, lo que era un cariñoso cánido (todo muerto es bueno) yacía inerte, y nosotros, los encargados de animar la ocasión, darle consuelo al hombre, solo mirábamos al muñequito rojo del semáforo con las esperanza que cambiara a verde para dejar el lugar y podernos bañar con la ligereza de la ciudad que nos contenía. Intercambiamos miradas con el hombre, hicimos cara de tristeza. Miramos al muñequito rojo, cambiamos nuestras expresiones por unas de afán.
Por fin, después de intercambios interminables de miradas compungidas, el muy esperado muñequito cambió a verde, solo que no fue el nuestro, que bien queríamos escapar de la situación, sino el del hombre, que bien quería ir a recoger su ex mejor amigo o “a”, nunca supimos su sexo. Sea Floffy, Rocky, Rambo, o Rosita, macho o hembra, eso ya dejó de importar cuando bajo un bumper aplastante su ser cánido se metarfoseó con poco romanticismo en uno cárnico, cuando su alma pasó de ser la del mejor amigo-a para simplemente convertirse en un bulto que el pobre hombre, propietario y padre, debió recoger y al mismo tiempo hacer señas al otros bumperes que deseaban transformarlo a él, de un humano muy triste, a otra bola cárnica inerte como su perrito.
Para nuestra dicha el hombre no fue atropellado, todo un logro si miramos lo afanados que son los conductores en esta ciudad. La escena terminó cuando el perrito fue depositado en la acera de en frente y el hombre verde nos dejó pasar la vía. Cómo música de fondo, que se desvanecía progresivamente, oímos la conversación del hombre con su mujer y las indicaciones de donde se encontraba para que el triste velorio no fuera de uno sino, mejor, de dos.
Cambiando radicalmente de tema, nos encontrábamos en Las Vegas. Hace mucho rato se me prohibió el uso de Wikipedia para informar sobre la historia de los lugares por los que el autor de este blog ha pasado, pero, ante la magnitud de lo que mis ojos han visto, debo hacer una excepción:
La fundación de Las Vegas…
La creación de esta ciudad fue accidental, en un principio no había intención de fundar una ciudad en medio del desierto; lo que todos los próceres deseaban era simplemente hacer un homenaje y de este, así sin querer queriendo, la urbe nació. Sucedió algo similar a lo de Paris cuando la feria mundial por allá hace unos añitos; construyeron la tour d’Eiffel solo para impresionar a los asistentes de la feria pero, cuando esta acabó, decidieron dejar la torre en el champs de mars y esta se volvió con el tiempo el símbolo de la ciudad.
Las Vegas no nació de una feria mundial tal como lo hizo la tour, no podría haberlo hecho porque no había ciudad donde hacer la feria. Esta ciudad vino al mundo por cuenta del homenaje que ya les he mencionado anteriormente. Decidieron pues, los padres de la patria, locales de la zona, prófugos de otras provincias, prostitutas, familias desposeídas y en fin, todo el mundo que por la vecindad vivía, repito, decidieron construir un homenaje a una idea. Sí, como lo leen. Las Vegas nació de esta forma tan romántica. Todos deseaban homenajear a esta representación metafórica con lo único que los humanos pueden hacer en un desierto: poner un montón de cemento y, con este, alguna obra formar; en este caso, la ciudad de los casinos y el desierto. La representación simbólica en concreto y vidrio de una idea tan vieja como la humanidad, retrato más perfecto nunca logrado de una expresión humana realizada con arte arquitectónico es esta urbe. El homenaje de los americanos al mal gusto. Nunca un homenaje ha sido tan preciso. Ni los arquitectos del panteón de Atenas podrían haber llegado a tal perfección. Solo los americanos con su tecnología y dinero sin fin pudieron lograrlo.
No existe en ninguna ciudad del mundo que alguien pueda llegar y decir: “Quiero un edificio que represente al imperio romano y roma pero con un toque samurái, ojalá dorado” Y que el edificio de treinta pisos una vez construido atentando contra todas las normas del buen gusto y la proporción por algún milagro no desentone. En fin, la ciudad para ordinaria y fea, ella sola, sin embargo tiene su yo-no-se-que que invita a por lo menos visitarla y después con marcador en mano chulearla y decir con entonado acento: — Ya la vi, no necesito volver.
Lindo panorama
Promoción 2 x 1
Bonito frente
Metro (más caro que un berraco)
Casino hamburguesería
Típico letrero americano
Disque romano
Homenaje en leche para la tour d’Eiffel
Disque Venecia
Parisino
Guggenheimish
Escaleras
Las famosas luces
New York
Para hacer cuajada… un man cuajado.
Camelot
Más o menos todos los casinos lucen así por dentro