Brasil tiene el capoeira, Corea el Taekwondo, Japón el Karate, China el Kung Fu, Colombia tiene peleas con machete y la Argentina para no quedarse atras en cuanto a las artes marciales respecta tienen los Shedis. El arma para esta sofisticada arte mortal es autoctona argentina, construida para fines casi siempre pacíficos pero en expertas manos, un arma sumamente peligrosa: el secador.
Me imagino que el proceso de ser una herramienta para el uso diario a arma mortal debió haber sido parecido al de los chacos y palos japoneses… primero una élite escondió los escobillones y estropajos obligando a los sufridos subditos gauchos a limpiar aceras, pisos, vidrios y absolutamente todo lo imaginable con un único instrumento: el secador. Con el tiempo, y la imperiosa necesidad de defenderse y defender sus negocios, se crearon técnicas y métodos de uso de esta herramienta hasta convertirla en un arte de guerra. Los más dotados técnicamente en el uso de esta mortal arma eran las mucamas quienes sacan el pecho por el genero femenino y por el masculino sus representantes eran los tenderos de los kioscos y es precisamente en uno de ellos donde ocurre la escena que les describiré y donde pude apreciar este arte en su mas gloriosa expresión.
Vale la pena aclarar que me encontraba a una distacia prudente de los hechos, no por miedo de resultar herido sino más bien por lo aleatoria que es la vida, no encontrando un sitio diferente donde yo pudiera filosofar con confianza decidió ponerme allí esa noche.
Quien ofendió el honor del otro, de eso no fuí testigo, pero de algo si estoy seguro, atraco no era; dada la reacción de los participantes de este maravilloso arte, se trataba más bien de un ego herido o un simple malentendido que posiblemente progresó a quilombo a causa de la impericia verbal de alguno de ellos o, hasta depronto, a excesos verbales cuando un simple “estee che, disculpame fue mi error”, hubiese calmado el asunto pero evitado la presentacion de tan excelso show del que fui privilegiado espectador.
Del kiosco salieron tres shedis armados de secadores. Cómo y cuando aparecen tres secadores en un kiosco, eso lo ignoro, solo me atengo a lo que ví. El quilombo era un poco disparejo o para decirlo de otra manera, injusto. Sobra decir que una pelea de tres, normalmente son dos contra uno, y ese uno era el tendero, que para nivelar las cargas contaba con el sudor de su frente y el pan de sus hijos en forma de botellas de cocacola de su mostrador.
La técnica de este arte consiste, ya que nuestros personajes se empeñaron a fondo para mostrarme cómo se hace, en blandear con fuerza el secador mostrando siempre el lado filoso de su extremo, aunque sea de caucho y sea incapaz de cortar nada por más fuerza aplicada en el movimiento de ataque, pero, en aras de la espectacularidad del relato lo seguiremos llamando así. A su vez, el oponente se debe correrse unos tres o cuatro metros para atras sea para protegerse del impacto o, sea para tomar impulso y a su vez blandear su peligrosa arma contra los dos atacantes, que a su vez se distanciarán los mismos cuatro prudentes metros. Durante el pasar de estos estudiados movimientos se debe quebrar los vidrios del kiosco con el objetivo de amedrentar al tendero y lanzar botellas de cocacola para acobardar a los atacantes, durante todo el proceso los contrincantes deben, esta vez no en japones como mandan los cánones marciales, sino en español, como lo dicta el idioma hablado por los guerreros, gritar “chupame las bolas” durante cada lance y retroceso.
A diferencia de colombia, donde los espectadores asusarian hasta el cansancio a los combatientes a derramar sangre, en argentina quienes precencian este solemne arte salen despavoridos. Uno de esos testigos se sentó junsto a mi temblando, para ser más exactos era una ella y con vos temblorosa me dijo: Tengo miedo, allá se estan peleando. No se preocupe, la pelea la veo, pero eso está muy lejos; y ante mis palabras de consuelo se quedó callada y siguió los acontecimientos de la vereda de enfrente con un terror un poco contradictorio con mi evidente emoción y espectativa de ver como iba a terminar aquello.
Nadie llamo la policia, al final de la vereda se veía un agente del orden caminando lo más lentamente posible con el objetivo que los sediciosos al ver su imponente figura interrumpieran sus discordias y emprendieran la fuga, algo que pasó cuando el agente muy a su pesar estuvo a diez metros, pero fuga propiamente dicha no fué: los atacantes se fueron caminando con el oficial persiguiendolos a la misma velocidad para evitar algún accidente en la persecusión, no fuera que depronto le tocara lidiar con tan alterados personajes.
El tendero al ver su honor salvado y su negocio un poco maltrecho tomó su arma y se puso a barrer con ella los vidrios delatores de la pelea previa. Cuando esto pasaba, mi aterrorizada vecina me dijo algo que no logré comprender a causa del ruido generado por la infinidad de comentaristas deportivos que nos rodeaban; traté de preguntarle que era lo que me había querido decir pero otro personaje con mala facha y cigarrillo apagado en boca se cruzó en mi demanda y le pidió un poco fuego, a lo que ella solo atinó a hacer la cara de terror más grande posible. El hombre y yo notamos el miedo que invadia a la pobre, así que él, muy considerado le dijo: si me tiene miedo entonces no me dé nada. Acto seguido la mujer para nada tranquilizada, abrió su cartera, despues su billetera y entregó todo cuanto tenía. Quien esto escribe no dijo absolutamente nada, pues tal era su asombro ante tan extraña reacción que simplemente se quedó mirando que era lo que iba a pasar despues. Un poco más rápido de pensamiento y palabras, el hombre preguntó si estaba segura, recibiendo como respuesta la puesta en pie de la dama seguida por una carrera de salvese quien pueda hasta que el horizonte, los carros y las personas la escondieron. La reacciones fueron diferentes, yo por mi parte seguí mudo, completamente paralizado tratanto de entender lo que había presenciado; en cambio el hombre y un amigo que lo estaba esperando se estallaron de risa y completamente asombrados por los sucesos recien vividos se fueron a su destino.
El testigo y narrador de todo esto se fue bastante pensativo para su casa, será que debí haber hecho algo por la indefensa dama? pero que? que pude haber dicho para evitar tan extraña situación? Porque algo era seguro, el cuento para el novio de la desdichada iba a tener shedis, vidrios, violencia, billetera vacía y posibles otros aditamentos para colorear bien la historia y poder llorar abrazada y temblando toda la noche. Mientras todos esos pensamientos y conclusiones me invadían me encuentro en un parque con dos personajes super sonrientes que me piden fuego para un cigarrillo. La reacción de los tres, estallarnos de risa.
Léxico Argentino
Secador: Limpia vidrios gigante con palo de escoba.
Estropajo: Trapeadora o trapero (en rolo)
Escobillón: Escoba plana plástica.
Escoba: Escoba, pero con fibra natural y alargada, mejor dicho la escoba de toda la vida, y si todavía no han entendido, las que usan las brujas.
Estas escribiendo demasiado bien. me rei mucho.
En el mundo hay otras cosas dignas de fotogarfia fuera de paisajes y grafitis. La proxima ves que hagas referencia a una dama exijo registro fotografico. Tambien foto del secador
excelente historia. tenes futuro como escritor!!!
jajajajaja muy buen relato, me reí durante toda la lectura