Detrás de Schwyz, el pueblo (ciudad aquí) que le da el nombre al país, hay un par de cerros llamado die Mythen, los mitos. Son dos, el Grosser Mythen, el gran mito y, dado el nombre del primero, es obvio que si hay uno grande, tiene que haber uno pequeño, claro, el Kleiner Mythen. Ambos cerros son básicamente un par de rocas que separan a Schwyz, la ciudad, de un valle llamado con el poco original Alpthal, es decir, valle alpino. Este valle desciende hacia el Zürichersee siguiendo un río llamado Alp, de ahí el nombre del valle. En fin, este valle no es importante para el relato. Lo importante queda al otro lado del los Mythen, es decir, en el cantón de Schwyz: el paseo comienza en la estación de trenes de Schwyz que de hecho no queda en Schwyz, porque siendo la capital del cantón, un pueblo tan pequeño, el tren, así, sin más ni más (para no desviarlo), se detiene en un pueblo cercano llamado Seewen. La idea era subir al Grosser Mythen y volver a bajar por el Kleiner Mythen, la realidad indicaba que el camino se haría andando porque la hora en que había llegado era pasada mediodía; bastante tarde para este tipo de caminadas (me enfiesté la noche anterior y casi no me despierto).
El camino comienza por una acera ancha y cómoda: desde Seewen hasta Schwyz no hay nada de aventura en el camino. Una vez en Schwyz, puede uno echar una miradita al pueblo; es bastante bonito. Tiene una plaza principal, sin carretera definida donde los carros pasan y uno no sabe muy bien en que lugar se puede caminar y en cual no (en el país de las normas, el recién llegado sufre un lavado cerebral y comienza a mirar avisos, letreros y advertencias en todo lado y cuando no las ve, se siente inseguro sobre si lo que hace en el momento está permitido o no).
Una vez se acaba la ciudad, el camino que sube al Grosser Mythen se mete por unas fincas y bastante rápido se convierte en sendero para rezanderos dentro del bosque(están las doce estaciones de la biblia en la parte más empinada para que los penitentes penen). La doceava estación termina pero el bosque continúa, el camino también, por ambos debe seguir uno hasta llegar a una pradera que bordea los muros de piedra del Grosser Mythen. La subida es bastante pendiente y para esto momento ya está uno cansado. Arriba, al final de la pradera se encuentra la infaltable estación de teleférico que decora todas las cumbres suizas, aunque en esta ocasión no es la verdadera cumbre, el Grosser Mythen, sino una más baja pues a esta montaña solo se puede llegar a pie.
Pasada la estación, el sendero cambia de empinado a empinadísimo y de pradera a piedra; es la roca en si la que se comienza a subir. Cuando el camino es muy pendiente y se está muy al borde del abismo, hay unas cadenas que uno puede agarrar para no caerse (hay bastantes recomendaciones abajo sobre que tipo de calzado llevar, como amarrar los niños a uno, advertencias sobre el riesgo que toma el caminante al tomar este camino y si uno se mata o queda herido, el estado suizo no pagará ni un solo franco, etc). No es un camino para los que sufren de vértigo y los que tengan mal estado físico. Es empinado, angosto, con una roca a un lado, abismo al otro, y en algunos casos, abismos a ambos lados.
En la cumbre hay un restaurante, batí en este caso un récord, subí durante tres horas y estuve en la cumbre tres minutos! Hacía frío, ya estaba tarde y ya sabía yo que al Kleiner Mythen no había tiempo así que tenía que correr para tomar el último teleférico y comenzar un lento camino de regreso vía Zurich. Bajé a mil, y encontré el teleférico cerrado. Me tocó entonces correr loma abajo (por el Alpthal) y llegué a Brunni literalmente en el segundo que el bus arrancaba. Este bus me llevó a Einsiedln, de ahí me tocó tomar un tren regional a Richterwil, cambio de tren, otro para Zurich y de Zurich para Basel. Regreso largo para un dolorido, deshidratado y doloriento pasajero.