Henos pues allí, con la mano estirada, parados al borde de la carretera, con un “Mondoñedo” escrito en un cartón, mochilas al hombro, sonrisas de bobo, cobijados con la sola esperanza de que algún conductor sintiera compasión de nosotros y nos llevara al destino descrito en tan ecológico formato. Tremendo sacrilegio cometíamos al no solo haber permitido esta idea cruzar nuestras cabezas, sino al haberla efectuado. No importaba, nuestro estatus en esta subcategoría de mochileros, llamada peregrino, estaba manchada sin remedio por haber cometido imperdonables crímenes contra la humanidad, pues ya habíamos montado en bus, no en una, sino en dos ocasiones. Traidores a la causa era ya el indeleble título en nuestra hoja de vida peregrina; así pues, enlodada y sin remedio, poco importaba si la manchábamos un poquito más. La causa de tan imperdonable pecado era un simple dolor de pie adobado con afán: en un mundo donde las vacaciones son limitadas y el camino a caminar ha sido metódicamente medido, los kilómetros que no se andan a pie, se deben recorrer de alguna otra forma. ¡Si no, no se llega!
Un carro se detuvo y con su conductor hablamos hasta llegar a nuestro destino – que coincidía con el de él –. Las despedidas con buenos deseos fueron hechas y cada cual siguió por su lado. Ellos quien sabe hacia donde y nosotros hacia el primer restaurante que viéramos antes de ir al albergue municipal. Segundo pecado: comida en restaurante.
Debo hacer un poco de contexto, pues me imagino que el lector anda un poco perdido sobre el tema a tratar. Quién esto escribe pasó gran parte de Septiembre caminando hacia Compostela; no todo el camino, tan solo una parte: el camino de Santiago mide unos 800km desde Francia y se toma más o menos un mes y medio para recorrerlo a pie. Esto es válido para el camino Francés – el más famoso que parte desde Saint Jean de Port y pasa por Pamplona, Burgos y León – tanto como para el camino del Norte – empieza en Irún, pasa por San Sebastián, Bilbao, Santander y Gijón –. Al tener tan solo tres semanas, comenzamos por la mitad, y, por tener el camino del Norte como el escogido, fue San Vicente, cerca de Santander, en Cantabria, el punto de partida: 490 km mal medidos. Antes de llegar a Compostela ya sabíamos que no podíamos sentirnos orgullosos de nuestra proeza, pues los pecados cometidos durante el camino borraban de un tajo los kilómetros andados. En nuestras cuentas caminamos entre 410 y 420 kilómetros, lo que nos dejaba un gran tanto por explicar.
Pasado el almuerzo en el restaurante de Mondoñedo e instalados en el albergue municipal, iban llegando conocidos del camino que nos miraban con sorpresa al vernos tan fresquitos y sonrientes.
– Ah! ¿Como hicieron para caminar tan rápido? –, preguntaban con sonrisa y tono irónico.
Nosotros, cabizbajos, muertos de la vergüenza, con nuestros cerebros trabajando a toda máquina para encontrar la tonalidad más adecuada para colorear nuestra disculpa, solo atinábamos a decir: – Nos tocó hacer trampa –.
– Es que me duele el pie –, añadía yo señalando indistintamente cualquiera de mis pies.
“A vos y a todo el mundo. ¡Cabrón!”, decían sus miradas justicieras mientras nos sonreían. Añadían a sus ojos, por si acaso no era claro si disgusto, una mueca de “herejes, ¡traidores!”
Traidores. Si que lo éramos. A ustedes les aclaro mis excusas, en el próximo post, les cuento porque estas eran juzgadas tan duramente por los demás.
Antes de partir, es decir, en Agosto, cuando la idea de hacer el camino se tornó en una posibilidad real, lo primero que hice fue leer dos o tres blogs sobre el camino. En todos decían que sobre todas las cosas, lo más importante y a lo que más se debía poner atención era a la mochila y a los zapatos. 20, 30 kilómetros por día necesitan que la espalda esté descansada o por lo menos con la menor carga posible y los pies estén cómodos. Yo no tenía mochila, así que fui a una tienda a mirar que podía comprar…
Vivo en Suiza. Esto es algo a tener en cuenta porque por estos lados, comprar una mochila es toda una odisea: no es que uno diga: – ve, porfa, necesito una mochila. ¡Ah, que linda, quiero esa! –. No, eso no pasa por aquí. Te preguntarán para que es la mochila: ¿caminar un día? ¿caminar 5 horas? ¿o es solo para transportar cosas hasta la oficina? ¿qué tipo de terreno piensa caminar? ¿asfalto? ¿tierra? ¿es en subida? ¿o bajada? ¿es ciudad? ¿campo? ¿verano o invierno? ¿cuanto mide usted? ¿su espalda? ¿come mucha pasta o prefiere vegetales? En fin, después de un sinnúmero de preguntas ridículamente específicas, habrá una mochila, de las 10.000 que están en exhibición, que cumple con todos los requisitos deseados. El hecho que usted haya respondido que come muchos vegetales cuando es mentira, prefiere una lasagna, ahí su compra será viciada y es posible que la mochila que haya comprado no sea exactamente la que usted necesitaba. Es por eso que cuando fui a la tienda y me preguntaron si necesitaba ayuda, casi a los gritos (con mucha pena del educado vendedor) respondí: – ¡No! ¡solo estoy mirando!
Yo tenía dos tipos de zapatos que podía llevar: los tenis o unas botas. Mi cerebro, pies y sentido común decían: – Los tenis. ¡Vas a caminar mucho, son cómodos, livianos y suaves, para eso son!
Sin embargo el ambiente en que vivo decía, las botas de senderismo son las necesarias para caminar. Debes encontrar las botas específicas para el tipo de camino que deseas recorrer. Si te equivocas tu vida será un infierno por cuenta de esa mala decision. En fin. De tanto oír botas, botas, botas, para el camino se necesitan botas, pero sin intenciones de comprar unas nuevas (son carísimas) decidí irme con las que tenía.
En el aeropuerto camino a Santander. El vigilante aeroportuario en algún momento mirando que debía yo pasar por los rayos x, exclamó : – ¡Ah, Bergschuhe!
No dijo Wanderschuhe, dijo bergschuhe, no es lo mismo, las primeras son para senderismo, las segundas para montañas. ¡Hasta el vigilante del aeropuerto sabía que llevaba los zapatos equivocados! No había pisado España y mi camino ya estaba condenado al fracaso.
(A los 5 días ya no aguantaba el dolor, al 6to ya iba en havaianas, para el 8vo ya tenía zapatos nuevos, enviado por correo los viejos y mis pies ya estaban condenados a nunca sanar).
Con las incómodas botas
Con las cómodas chanclas destrozapies
Con los zapatos nuevos creadores de ampollas
Descansando los pies malhumorado
Fotos de la linda España
Llanes, Asturias
Aviles, Asturias
Tapia de casariego, Asturias
Mar cantábrico
Galicia
Lindo amaneces en Galicia
Otro amanecer
Y otro
Santiago de Compostela
Típico albergue
Hola Lucio. Las fotos están hermosas, esta noche leo el texto. Pero dime cuándo podemos conversar por pantalla para escuchar en directo los detalles del viaje.
Amalia