Creo que fue en Grindenwald; si no fue allí, sucedió en alguna montaña. Desde un teleférico, mientras subíamos al chalet donde comenzarían las aventuras con el schliteln (estábamos en invierno), por la ventana se podía ver abajo, en el caminito que serpentea bajo la cabina, a un hombre trotando loma arriba. – ¡Que patriota! –, pensaba. – ¿No tendrá nada más para hacer? ¡Trotando por este morro, y con este frío! ¡Si que hay locos en este mundo!
El teleférico continuó con su camino, el hombre trotando desapareció de la vista y la primera etapa del paseo terminó; llegamos al chalet, ahora debíamos continuar a pie por dos horas, montaña arriba, hasta llegar al Faulhorn; allí estaba la pista más larga de schliteln de Suiza. En fin, todo esto se narra, porque a mitad de camino al Faulhorn, cuando el camino se hacía pesado por la nieve, cuando la pendiente era de dos digitos, cuando el sudor sobre las capas de suéteres (estábamos a -10 o algo así) hacía la vida del caminante incomoda, pasó por el lado un alemán en pantaloneta trotando, era el mismo que había visto un tiempo atrás desde el teleférico. Me preguntó el camino, pidió una foto, me contó que iba trotando hasta Interlaken y que venía desde Brienz, gritó Yuhu! y sigió corriendo.
Me pareció bacanísimo lo que el hombre estaba haciendo; y así, sin más ni más, decidí que iba a hacer lo mismo. Apenas se acabó el invierno comencé a trotar por primera vez en mi vida.
Las distancias, ridículas al principio (5-6km) comenzaron a aumentar con el pasar de las semanas y como lo habrán notado en este blog, intenté hacer la mayor cantidad posible de montañas.
Un día, hace dos meses, un compañero del trabajo, un bielorruso muy disciplinado, me comentó sobre una carrera en Weissenstein, un cerro al frente de Solothurn y, sin mucha necesidad de torearme, me convenció a inscribirme.
El trazado del Weissenstein
El perfil de la carrera
Hecho el pago, comenzó el entrenamiento en serio. La carrera era de tan solo 14 km, pero en esa distancia había que subir mas de mil metros. Dos o tres veces por semana (hasta cuatro o cinco en ciertas ocasiones) estuve entrenando muy juiciocito en Basel.
Me decidí a ir a Weissenstein para ver que era lo que se me venía encima y ¡Qué cosa más dura! ¡Casi me muero! Después de tanto entrenamiento, trotando lo que más pude, al llegar a la cima de la montaña no pude hacer menos de dos horas. Hice 2:28. Medio muerto, medio triste y medio desanimado volví a la ciudad para redefinir todos los entrenamientos, pues Basel es bien plana, así pues, debía comenzar a montar en bicicleta hasta Riehen y trotar de allí hasta Bettinger donde había una subida de 300 metros que debía subir y bajar varias veces para hacer una especie de entrenamiento de montaña. Dima, el bielorruso, me mostró los resultados de los años anteriores en esta carrera y el tiempo de los mejores se encontraban cerca de la hora. Eso no era ningún problema, Rambos y demás héroes atléticos por acá se encuentran por montones. Lo que realmente salió a relucir de este listado era el tiempo del peor del año anterior: 2:24 ¡4 minutos menos que mi primer intento! Más grave aún era que este personaje, el último del año pasado, un tal Willi, había nacido en 1947. ¡70 abriles en su haber! Mejor dicho, las posibilidades de pasar vergüenzas personales y dejar la autoestima en el suelo en esta carrera estaban bien, pero bien presentes.
No existe nadie más bien acondicionado físicamente que un retirado suizo. Tienen tiempo de sobra, plata de sobra y una mentalidad obsesionada con lo saludable que hace que, una vez pasada la etapa laboral, en vez de abrazar el alcoholismo, sentarse en alguna terraza a ver la gente pasar, sentarse en alguna mesa a hablar mierda, inventarse chismes sobre los demás y jugar dominó, entregarse al vicio del juego, bingo, lotería o casinos, en vez de dedicarse a las compras o buscarse algún rebuscado hobby, lo que hacen es comprarse una bicicleta (como son suizos) hacerse un plan de entrenamiento rígido, una dieta balanceada y se entregan con teutónico método a transformarse en unos gerontorambos. Cuando uno va en su bicicletica loma arriba, intentando con mucho esfuerzo alcanzar a un ciclista que 300 metros más adelante no baja el ritmo en ningún momento y, cuando por fin, después de un esfuerzo sobrehumano se acerca a este personaje, se encuentra frente a si a un hombre (o mujer) forrado en músculos, con todas las prendas de moda necesarias y la bicicleta con más carbono posible. Al pasársele, encontrará uno a un canoso pensionado proveniente de los tiempos de Matusalem.
Era contra estos personajes que debía medirme. La idea de la carrera cambió y la única intención de quien esto escribe fue no ser el último.
El entrenamiento se intensificó durante las cuatro semanas que me quedaban. Mi meta: acercarme a las dos horas. La última vez que entrené en Bettinger logré hacer tres veces la subida. Satisfecho decidí que lograría cumplir mi meta.
La carrera fue lanzada en tres tandas. Aunque habían categorías por edad, las tandas venían armadas por lo que el corredor creía que podía hacer, así pues, si uno creía que podía hacer el trayecto en algo cercano a una hora, salían primero. Los que calculaban 1:30 a 1:45 salian después y de último el resto, o sea yo, mis compañeros de trabajo y otras 200 personas de las cuales el 65% sobrepasaba las 50 primaveras.
En los videos que después vi, por los parlantes vecinos a la meta el micrófono gritaba: – ¡Aquí llega Ueli! ¡Este es su 27va vez en la carrera! ¡Hop, hop, Ueli! – Así, uno por uno, llegaban cabezas con pelo blanco hasta que apareció Dima en el video cruzando la meta.
No hay que decir mucho sobre mi carrera, ¡fue horrible! Uno iba trotando, veía a alguien más o menos al mismo ritmo – casi siempre con pelo blanco – y uno decía, me le pego a este y nos vamos juntos hasta arriba. Y no, con ese no se pudo. Escogía un nuevo compañero de ruta – también con canas – y no, con ese tampoco. Así, cambiando de referente cada medio kilómetro logré llegar batiendo mis propias predicciones por mucho. 1:45h. Diez minutos después de Dima.
Dos personajes nacidos en 1930 corrieron: uno la hizo 1:50, el otro en 2:20.
21 personajes nacidos en 1940 corrieron: de los cuales 7 fueron más rápidos que yo.
Mirar a quienes me rodean
Si mi vida fuera trabajar y después entrenarme, hasta podría ganarles, pero si acaso encuentro algún otro hobby o algo diferente que se tenga que alternarse con el tiempo dedicado al entrenamiento a los gerontorambos no les ganaría jamás. Entonces, la lección y moraleja de este texto es: cuando se vaya a hacer una carrera regional en Suiza, dejar por favor en casa la autoestima, orgullo y competitividad, serán necesarios para otras cosas de la vida y no vale la pena arriesgarlas por una carrera contra gerontorambos… ¡ellos ganarán!
geronto rambos comenzando
Foto aerea de nuestro sufrimiento
geronto rambo 1 (pasó 15 minutos antes que yo)
Geronto rambo 2, yo estoy en el fondo
Mirenle las piernas a la señora!
20 minutos antes que yo pasara
20 minutos ante que yo pasara
15 minutos antes de que yo pasara
Los tristes treintañeros que no tienen ni siquiera la juventud para restregar en la cara de los pensionados
Cómo todo esto sucedió en Solothurn, ciudad que he visitado ya 4 veces y en este blog no ha entrado, adjunto unas fotos de la ciudad. Queda en las orillas del Aare, en el cantón con el mismo nombre. Es bien bonita y por cosas de la vida, bastante costosa. Pongo fotos de invierno y verano.
Solothurn entre la niebla
Solothurn
Al lado del Weissenstein en invierno
La vista desde los morros en frente de Solothrun
No lo había visto.
Maravillosi