Pronunciese Pnom Pen. Comparada con Vientiane, la capital de Laos, es toda una metrópolis; pero, al igual que la anterior hay poquitas cosas para hacer. No debo quejarme, solo es un día completo el tiempo que tengo para conocerla pues la fecha del avión no la puedo cambiar.
La visita principal que se puede hacer en esta ciudad es la prisión S21, donde los Khamer Rouge torturaban a todo el mundo… Todo el mundo incluye toda persona que tuviera gafas, hablara otro idioma, fuera un profesional o fuera familiar de otra persona que hubiera sido torturada y que, durante su confesión forzada, se le hubiera escapado el nombre de un nuevo desdichado. Los Khamer Rouge pretendían una especie de primitivismo extremo, donde solo los campesinos valían la pena. Las ciudades por tanto fueron vaciadas de sus habitantes y ellos, así no tuvieran idea como hacerlo, fueron enviados al campo a sembrar arroz. Vale la pena mencionar que un buen montón murió en el intento y otro tanto de enfermedades y hambre. Un cuarto de la población murió en tan solo 3 años y el país, a la caída de los Khamer (o jameres en español) quedó hecho trizas. En fin, Phnom Penh, era uno de tantos lugares donde habían sitios para torturar y a las afueras de la ciudad, tenían campos de exterminio. No eran tan sofistiquis como los nazis con sus cámaras de gas, pues aquí, con una simple guadua o alguna madera medio afilada, degollaban o rompían la cabeza de los condenados (toda persona que después de días y días de torturas inimaginables, había claudicado y confesado ser parte de la CIA, conocer algún vietnamita o cosas por el estilo. Si el personaje en cuestión moría durante la tortura y por lo tanto no firmaba su confesión, el torturador encargado se volvía víctima a su vez y, mediante torturas hechas por sus compañeros, algún otro crimen confesaría.
Con los bebes la cosa era más fácil: los agarraban de las patas y les reventaban la cabeza contra alguna palmera…
Ya se imaginan pues lo feliz que se siente uno haciendo estas visitas (bastante bien documentadas por cierto), queda uno con la misma sensación de después de haber visitado Auschwitz, o como sea que se escriba. El agravante aquí radica en que los rastros de sangre todavía son visibles y en las fosas comunes aún se ven lo huesos.
Volviendo a la ciudad, tenemos al río Mekong cruzándola, con nada que valga la pena al otro lado. En el lado de la ciudad, queda un palacio real y un museo a visitar. El museo me toco cerrado y al palacio no me dejaron entrar: llevaba chanclas (aunque una vez adentro hay que andar descalzo; cosas que uno no entiende).
El rey de Camboya es un tipo de admirar, o por lo menos lo que admiraría cualquier político mediocre como los nuestros: logró ser pro americano y anti americano, pro vietnamita y anti vietnamita, pro Khamer Rouge y anti Khamer Rouge… vaya uno a saber como diablos los camboyanos lo quieren si lo más normal del mundo hubiera sido que, una vez el regimen esquizofrénico de Pol Pot hubiera caído, toda persona que los hubiera apoyado, en peloton de fusilamiento tuviera su vida acabado.
En fin, los gringos, los chinos y demás potencias occidentales, aun después de que las tropas vietnamitas le mostraran al mundo los horrores de Pol Pot y los Khamer Rouge, por cuenta de ese ridículo anticomunismo o, anti vietnamismo (china, usa), le otorgaron una silla en la ONU al regimen genocida. ¡Y le dieron hasta plata! Para no tener que legitimar al gobierno títere de Vietnam. Así funcionaba el mundo entonces y así lo hace todavía.
De Camboya nada más les podré decir… por andar en moto en Vietnam, me comí el tiempo destinado para este país. Solo adiciono que la gente es super querida; los tuks tuks son insoportables y caros, como en todo lado; aparte de ofrecer tuktuk los choferes también promocionan massages, prety ladies, marihuana, coca; la comida es buena, mucha tai se encuentra; también venden tarantulas, escorpiones y demás insectos para comer; el calor es insoportable, pero los hostales tienen aire acondicionado; el dinero que usan son los dólares americanos y por ultimo, la gente en general es alegre y sonriente.
La salida de Phnom Penh hacia al aeropuerto, toda una odisea. El venerable rey decidió cerrar las vías más importantes de la ciudad para celebrar el años nuevo camboyano (y tai). El trayecto de media hora se convirtió de hora y media y logré temer bastante la pérdida del vuelo; sin embargo llegué, eso sí, sudado de pies a cabeza.
Lucio no sé si todavía estás en Asia y a tiempo para ir a ver los templos en Arkor wat en Camboya