Érase una vez, en un reino muy lejano donde no solían regir reyes pero si sultanes, aunque ya por la época tampoco los había, entonces presidentes mandaban, en fin, en esa tierra lejana de bandera roja con media luna y estrella adherida, estampada, cosida, vaya uno a saber, ahí en esa lejana zona que antes fue imperio romano, después fue imperio otra vez, Bizantino lo llamaban y después volvió a ser imperio con nombre nuevo y elite gobernante también, otomano de nombre, que fue reemplazado por república, de menor tamaño pero acogedora, allá, en ese reino, vivía un globito que se ganaba la vida llevando turistas para que vieran esa tierra lejana llamada Kapadokya, conocida también por su nombre italiano Capadoccia que sabrá Mandrake la razón por la cual es conocida por este nombre si turísticamente la descubrieron los franceses, Capadocie de nombre tendría que ser conocida. Dato informativo de utilidad nula ya que el relato no es sobre los nombres o historia de la Kapadokya y su nueva república que la contiene, sino mas bien de Globito, que allá arriba en los aires se gana ardua y modestamente el pan de su boca, pan por decirlo, pues su barriga de gas quemado es que se llena; propano o natural no es la cuestión que importa, lo que importa es que su barriga se llena cuando este gas está calientico, haciéndolo subir por los aires y desde allí poder hacer lo que sabe hacer, aguantar el aire lo que mas puede hasta que algún personaje vestido de Top Gun le abre su esfínter y con él, se desinfle su ego con la consecuente caída de personalidad; si de personalidad hablamos, es de su persona, que no pasa de ser un globo, y de caído, un descenso controlado para aterrizar y que los turistas en su interior puedan ir corriendo al hotel para poder publicar su fotofacebook en Facebook para así recibir los egoalimenticios likes y crear su imagen pública que no refleje su vida, sino la linda y feliz existencia virtual en la que solo hay globos, viajes y fiestas. Que rico sería para Globito poder ir a su casa y publicar una dichosa vida inexistente en Facebook para poder asombrar a los demás aero-vehículos de su lista de amigos, pero no, él no podría hacer eso porque no tiene cuenta en Facebook y mas importante aún, es un globo, así quisiera no tendría extremidades articuladas para escribir en un teclado alguna frase célebre de Buda, después de una rápida búsqueda en google, para después de tamaña expresión de espiritualidad, rematar su status con algún agradecimiento digno de los óscares con una obvia foto en la cual sonríe con la clienta mas bonita del día, finiquitando la proeza informativa con comentarios sobrecargados de LOLs. Sin embargo no. La vida de Globito es demasiado traumática como para poder fabricarse una vida virtual sin sentirse increíblemente hipócrita consigo mismo. Globito no sabe siquiera quien es su madre. Le han contado que fue una costurera que le pagaron por hacerlo. Nunca tuvo el coraje de preguntar abiertamente si era prostituta o interesada, pero el hecho de nunca saber el verdadero motivo por el cual su madre aceptó recibir dinero a cambio de crearlo y que nunca se le haya presentado personalmente, es una marca psicológica que le persigue persistentemente. Su solitaria juventud, en la que desde sus primeros años tuvo que padecer lo que las leyes modernas definen como trabajo infantil, en su caso nunca hubo, fiscal o funcionario de bienestar familiar que velara por sus derechos y su correcto desarrollo psico afectivo, fue la edad en que todos sus traumas, debilidades y temores se manifestaron en un único hecho, momento en él que pasó de ser un infante laboralmente abusado a ser un adulto; precoz, temeroso y traumatizado, pero adulto a fin de cuentas. Escuela, lo que se dice escuela, nunca tuvo, fue lo que en épocas pasadas era un válido procedimiento para adquirir conocimientos y recibir un cartón profesional, es decir, ser un aprendiz. Mirando a los globos del lado, Globito aprendía como comportarse. Idea bastante simple por cierto una vez se entendía la física del vuelo, código de comportamiento laboral que solo exigía relajarse y dejarse llevar una vez el aire calientico entraba a su interior, eso era todo, y eso hizo Globito hasta ese trágico y traumático día. Empezó como todos los días de su corta vida; tempranito, a las cuatro de la mañana, los turistas tiritando de frío se montaban en la Cestica que él siempre jalaba hacia arriba para que ellos pudieran tomar su fotos. Esta vez su clientela no iba a poder hacer esa fotofacebook obligatoria porque Facebook no poseían; lo que si tenían era una cantidad de años incontable que aparte de arrugas, evidenciaba que un computador no eran capaces de prender. Ésta geronto-clientela, llena de abrigos, había llegado un poco mas tarde de lo habitual, pues al estar lloviznando, tenía que conseguirse un poncho en algún lado para no adquirir la pulmonía que las acercase inexorablemente a la presentación cara a cara con la notaria del subsuelo, es decir, con la parca. El problema fue solucionado por un chofer que previsor como el que más, tenía unos ponchos de plástico que le caía como anillo al dedo a su enfermiza clientela. Turistas en cesta, gas caliente en el interior y Globito a los cielos subió.
Esos cielos grises por la hora y nubes llorosas que lo cubrían, fueron testigos de lo que después ocurrió. A yo-no-se-cuantos pies de altura Cestica decidió, que después de su última decepción amorosa, su vida ya no tenía sentido, pero, al ser un simple objeto y ante la necesidad de contar con alma para poder ir a reino de los cielos, aunque absurdamente allí se encontrara, la ceguera depresiva le exigía tenerla para poder entrar al reino o en su defecto que por lo menos la gente la recordara. Decidió dejar el cielo aéreo de la realidad real para entrar al celeste reino muy lejano, gobernado por un rey muy irreal y en el transcurso de esa metamorfosis, llevarse a la geronto-clientela con ella para el reino de los suelos, para que mucha gente la recordara, reino, donde la mentada transición se hará. Nunca a Globito se le olvidará esa imagen de ver a Cestica ser absorbida por la gravedad y la gravedad de su decisión hacia la cota cero, desde donde se miden los pies de altura donde se encuentra en ese momento. Clientela a ojos de Globito, bastante ligeras cuando el vuelo comenzó, como rocas se dirigen hacia un destino gelatinoso, donde sus osteoporóticos huesos definitivamente los preceptos religiosos seguirán, pues en polvo se convertirán. Lo que no es tan agradable, y los grandes traumas de Globito lo confirman, es la foto final que en las retinas quedaron grabadas, pues una vez huesos pulverizados están. Carnes, esas no tan fácilmente divisibles, se desparraman aquí y allá haciendo la recolección con espátula, una imagen imborrable para la memoria de un globo que lentamente desciende a una digna obra en tonos magenta de algún pintor raro tipo Picasso, si no fuese porque allí mismo iba a aterrizar, justo entre los restos de la suicida Cestica y sus colaterales víctimas ahora pulverizadas y desmechadas, distribuidas por el sentido artístico que la vida a la gravedad dotó.
No es culpa de la llovizna, pero a Globito esa eventualidad meteorológica le causa malos recuerdos, es por eso que en las no muy cálidas cinco de la mañana un turista colombiano en globo no montó.
Lugar y tierno horario donde el motoneto perdió sus esperanzas de montar en globo
Camello con el desierto atrás
Hoteles y casas dentro de los montículos
El palacio
Formación donde vivía un ermitaño importantísimo del catolicismo que adivinen a quien se le olvidó el nombre
Formación muy masculina
Casas de gente acomodada de la zona
Cuarto por dentro
Pipises mirando el cielo con un olivar de fondo
Un pueblito en el valle de Göreme
El valle de Göreme
Toda le buena suerte reunida
El Palacio con su ciudad debajo
Habitación subterranea de los primeros cristianos
Mezquita de fondo para casas abandonadas
Cementerio musulmán
Torre
Parte sur del parque
Palomeras en las montañas
zoom a las palomeras
Motoneto rodeado de buena suerte
Primeras iglesias
Con decoración que parece ortodoxa, mas en esa época no existía iglesia romana ni ortodoxa, simplemente cristiana