Situados en el aeropuerto de Munich, alemán en teoría – y práctica – pero aparentemente diseñado y construido por uno de esos contratistas colombianos de los que tanto nos enorgullecemos, nos encontramos de pronto como el extremo inferior del promedio, el que reduce en número estadístico, es decir, el que rejuvenece la media si habláramos de un promedio de edad – para ser honestos con el lector, de eso hablamos – , en fin, nos encontramos en un aeropuerto alemán increíblemente mal diseñado y nosotros, no tan jóvenes ahora, con canas en la barba y primeras arruguitas en el rostro, nos vemos como infantes si somos contrastados con quienes nos rodean. Vamos en un gerontoavión – aeronave geriátrica – no el aparato, parece moderno, los ocupantes, claro, esos son los que convierten un modernísimo Boeing o Airbus – son como lo mismo –, en un vejestorio volante.
Antes de que me griten – ¡Gerontofobo! –, debo hacer notar que la razón por la cual este es el tema a tratar, y no otra cosa relativa a viajes tal como los tiene acostumbrado este blog de viajes, es básicamente debido al ingreso a la nave. A la llamada por los altavoces aeroportuarios del ingreso de nuestro vuelo por la puerta, digamos 43, y a que la gente como siempre lo hace se amontone frente a esa puerta, resultó que la espera se demoró media hora debido a la sorprendente cantidad de sillas de ruedas. A juzgar por los ocupantes, estos no son cómo los obesos gringos que toman las sillas de ruedas para saltarse las filas, no señor, estos ocupantes, muy legítimos, con el último suspiro de vida que aún les queda en el cuerpo se aferran a sus sillones rolantes para ingresar al avión que les llevará hacia el muy posible último destino vacacional de sus días. Los funcionarios del avión no saben muy buen como organizar y meter por el pasillo semejante embotellamiento de sillas de ruedas con pacientes sin fuerzas para moverlas. Necesitan llamar una batería de personajes que muy probablemente se encontraban en el otro extremo del muy mal diseñado aeropuerto a juzgar por el tiempo que les tomó llegar a la gate. Así pues, pasó media hora de labores acrobáticas para ingresar sillas de ruedas al avión y sacarlas de nuevo para que los cansados pasajeros, todos de pelo blanco, pudieran ingresar al avión.
Ya adentro pasan razonamientos que más o menos dicen: si en sentido contrario, es decir, un avión lleno de niños alguno de ellos vomitase, ¿que pasaría? ¡Obvio! ¡Contagio universal! ¡En cinco minutos se verían niños devolviendo al mundo hasta el almuerzo del día anterior! Ahora la pregunta del momento: ¿Que pasaría si de pronto a uno de estos pasajeros le diera por tener un sonoro ataque a su miocardio? Solo se me ocurre pensar que, por cuenta de las respuestas que esa pregunta concede, saldríamos en el noticiero en algún destino diferente al que tenemos planeado ir.
En fin cómo esto escribo y anexo fotos de mar, animalitos y personas, en vez de cadáveres cubiertos por sábanas blancas y fotógrafos, podemos inferir que todos llegamos a nuestro destino; los unos para sus últimas vacaciones en el plano terrenal y los otros, dos para ser exactos, los que impunemente bajaron el promedio de primaveras dispuestos en esa aeronave, llegaron para pasar unas merecidas vacaciones. Por eso, este blog inaugura un nuevo país: ¡Tanzania!
Ya en otros posts vendrá en detalle.
Stone Town, Zanzibar
Pwan Mchangani, Zanzibar
Mnemba, Zanzibar
Tallando ebano, Karatu
Karatu
Zebras, Lake Manyara
Maasais
El Ñú, Ngorongoro
Una linda hiena, Ngorongoro