Taormina

El lugar es una terraza para millonarios, la del hotel Metropol, con vista a la bahía bajo el pueblo de Taormina. El testigo de todo esto, o sea, yo, no es millonario, así pues, no le queda de otra que tomarse lo único que su dinero puede comprar: un capuccino. Mis vecinos no tienen esas limitantes monetarias; champagne, whiskey y demás corren constantemente por las mesas, atendidos por elegantes y educados meseros. Cada mesa cuenta una historia diferente. Atrás, un americano de unos 70 años se fuma un puro gigantesco que pasa con un whiskey en pose interesante / despreocupada tipo Winston Churchill fumándose un puro en una terraza italiana. Nuestro hombre parece pensativo, aunque un ojo más perspicaz diría que lo que hace, es simplemente mirar la nada mientras sus pensamientos se ahogan en un mar de tedio. Más adelante tenemos a una turista india con solo mirar vestido, chanclas, cartera, gafas y sobre todo, pose, sabe uno que probablemente después de depositar rosas, se limpia sus sentaderas con billetes nuevos de 500 euros. Ella, quien al parecer espera a alguien, se concentra en su celular (dorado) e ignora por completo el lindo mediterráneo que de tanto haberlo visto, ya ni le interesa.

Al lado nuestro, cortando un poco la vista al mar, tenemos a un capo medio de la ndrangheta o de la mafia siciliana. Se encuentra acompañado por una mujer con buen cuerpito pero con una cara que denota su antigua profesión: prostituta. Una muy suertuda, aclaro; logró pescar un capo y hacerlo enamorar, ahora ella, con chanclas doradas, un vestido feo que habrá costado una verdadera fortuna y su bolsito Louis Vuitton y él, con su cadenota de oro, reloj rolex blink blink, pelean con los cubiertos para comerse yo-no-se-qué que está en la mesa, pasándolo con la champagne más cara que el hotel pueda servir. Champagne pasada, él, con un habano solo para aparentar, ella, con un piel roja sin filtro, para fumárselo de verdad, verdad.

Atrás nuestro, la última escena: tenemos a un empresario muy elegante acompañado de una señorita, hablan inglés porque ella no parece dominar el italiano. Así, a simple vista, se dirá que ella es una practicante en la compañía del empresario.

Me acuerdo de mis días de juventud, yendo con mis amigos a un local en Envigado llamado El Sombrero. Este lugar era oscuro, con sillas incómodas, como le gustan a los paisas de verdad, verdad. La decoración de los muros, si no me acuerdo mal, constaba de cuadros con escenas paisas pintadas con pintura fluorescente que se veía lo más de especial cuando era confrontada por esta luz negra típica de las discotecas. Al lado nuestro, realizada bajo esta misma técnica pictórica, siempre estaba un corcel relinchando en dos patas, montado por un caballero imponente que blandía su espada y se protegía del monstruo, dragón o lo que fuera, con el escudo del poderoso deportivo independiente Medellín. Lo importante de este lugar para nosotros, era que la cerveza, el aguardiente y sobretodo el ron, era muy barato. Para muchos visitantes de este local, lo más importante era la oscuridad que cubría a la clientela y más aún, lo poco frecuentado que era por gente conocida. Esta característica se subrayaba en el día más importante para los empresarios: el día de la secretaria. Acudían al sombrero los dueños o gerentes de las empresas con sus secretarias para emborracharlas, suavizarlas para poder llevarlas a algún motel envigadeño y anotarse en su hoja de vida una victoria de la cual no podían pavonearse, la idea era que nadie lo supiera. Las secretarias, por su cuenta, acudían al Sombrero con su jefe para emborracharlos, suavizarlos para podérselos llevar a algún motel envigadeño y con suerte quedar preñadas para que todo el mundo lo supiera y alguna parte de la fortuna del hombre pasara a sus manos.

Volvamos a la isla de Sicilia y nuestra pareja de empresario y practicante: imagínense eso, pero un poco (mucho) más elegante que El Sombrero, estamos en el hotel Metropol de Taormina, tenemos a un elegante empresario italiano y a una bien educada practicante inglesa!

Llega a la terraza una señora de edad atiborrada de  bolsas de compras, todas con nombres de marcas conocidas por su precio. Se dirige directamente hacia nuestro Winston Churchill. Ya sabemos que pasaba por la mente de nuestro aburrido americano: creativos planes de asesinato para salir de su mujer y pasar sus últimos días en paz en alguna carcel italiana!

Entra también otra dama, en este caso mucho más joven. Ataviada de un vestido “oriental” muy elegante, corre directamente hacia la hindú, se saludan efusivamente en un inglés que solo Eton puede producir, pide un vasito de agua y al igual que su amiga se pega a la pantalla de su celular para seguir castigando al pobre mediterráneo con el látigo de la indiferencia.

El capo medio de la Ndrangheta y su novia piden otra botella de champagne. Le indican al mesero que la más cara por favor.

Nuestro empresario y la practicante piden la cuenta. Paga él. Salen muy abrazaditos para… no voy a decir un motel envigadeño, no. Salen para su elegante villa a copular como también lo hacen los empresarios antioqueños con sus secretarias.

Por último quedamos nosotros: el dinero del día solo da para el capuccino que hace mucho se ha acabado. Pedimos la cuenta, hacemos un minuto de silencio en honor a nuestra billetera y salimos con la consciencia tranquila de que por lo menos el costoso capuccino ha sido meado en un lujoso orinal con vista al mar.

Costoso capuccino, con inglesa amiga de hindu a la derecha. Las tetas de la novia del capo a la izquierda
Costoso capuccino, con inglesa amiga de hindu a la derecha. Las tetas de la novia del capo a la izquierda

Cómo ya lo dije en entradas anteriores. Las pruebas fotográficas de la visita a Sicilia sobresalen por su minimalismo (3 o 4 por ciudad!)

Calles de Taormina inundadas de turistas
Calles de Taormina inundadas de turistas
La misma calle pero un poquito más allacito
La misma calle pero un poquito más allacito
Vieja iglesia
Vieja iglesia