La sonrisa de ayer se me borró por completo. Por poco se dejo la moto tirada y tomo un bus de vuelta para la casa! El día empezó mal ya que no dormí sino 3 horas; lo único bueno de esto es que muy temprano estaba listo para montarme en la moto.
A las 6.30 ya estaba tratando de salir de Cali, pero ni con el GPS a todo funcionamiento pude evitar perder 45 minutos saliendo de la ciudad; el tráfico en horas pico es caótico y la conducción de los caleños no colabora con el show.
Algo digno de notar es que hoy no me perdí, aunque el GPS decidió que la vía que yo tenía que atravesar era la más complicada y que además, pasaba por una plaza de mercado, haciéndome perder la paciencia y el tiempo que creía necesario para salir de la ciudad. Pensé que el tiempo no me iba a alcanzar para llegar a Ipiales; por este motivo tomé una decisión de la cual después me arrepentí después: no entré a Popayán, sino que lo bordeé por una circunvalar para ahorrarme una hora. Me perdí la oportunidad de tomar fotos de las iglesias, parques y edificios antiguos; cuando la atravesé ni una sola foto tomé, en cambio, me detuve a descansar en una bomba a las afueras de la ciudad en la cual ya había parado la última y única vez que había pasado por esa zona. A partir de ahí, no volví a parar; lo hice sólo por gasolina, para tomar dos o tres fotos y una hora en Pasto para almorzar. No era la hora de almuerzo, esta había pasado unas horas antes, y tampoco fue una hora, fue un poco menos, pero se dice hora para redondear la unidad de medida, como también se dice Pasto cuando en realidad me refiero a Chachagüí, la zona donde están las fincas y el aeropuerto de Pasto. Durante mi hora de descanso, la labor consistió en que no se regaran las papas a la francesa y que, el contenido que estaba entre los dos panes de lo que ya se imaginarán fue una hamburguesa, no se cayera debido al tembleque. Estaba tan cansado que todo el cuerpo me temblaba y dolía. No podía ni caminar, aunque lo que si podía hacer, y que en efecto hice, fue preguntarme porque diablos se me ocurrió hacer este viaje! Apenas es el segundo día y la vida, el alma y el cuerpo ya pesan mucho. Nada que hacer, en la moto seguí hasta Ipiales pasando por uno de los paisajes más bonitos que tiene Colombia: una sábana, no confundir con sabana, llena de cultivos de diferentes colores metiéndose en un cañón en medio del cual construyeron una carretera por donde humanamente se pudo: entre rocas y riscos para terminar el ascenso donde empieza la nube y donde también comienza el descenso, con agua y frío, cómo no, porque aquí siempre llueve. El calor lo había soportado en el Bordo, Cauca.
Después de haber pasado todo el valle del Patía, entonces era hora de aguantar frío, para eso estaba Ipiales. Digno de mencionar es que en estos dos días ha pasado lo imposible: no me ha parado la policía! También he tenido fallas (hoy) con el GPS. Sólo funciona cuando le da la gana, aunque para mi fortuna me ayudó a salir de Cali y funcionó en el último tramo entre Pasto e Ipiales. Llegué a Ipiales a las 4.30 pm (por eso me arrepentí de no haber parado en Popayán, tenía tiempo de sobra) y encontré hotel fácil. No es ninguna maravilla, mejor, es más bien cagadito, pero es barato y como ya estaba fundido me pareció perfecto para la ocasión. Más tarde salí a comer y raro me pareció: En Ipiales lo único que se vende es pollo (culpable de más muertes que la guerrilla y paracos juntos cuando está acompañado con su cómplice, el arroz). Con tan pocas opciones, aunque sin ganas de intoxicarme, pero muerto de hambre, me tocó comer lo único que se vendía; entonces fui al lugar con más gente posible y, para hacer honor a la verdad, estaba hasta bueno. Pero no es que hube terminado cuando cae un balde del techo. Uno de esos baldes de construcción que por alguna extraña razón termina en el patio de ropas de la casa; siempre manchado, lleno de hongos y ripio de ladrillo nunca desvanecen. Pues de ese balde salieron unos pollos – muertos claro – listos para ser asados. Así que para terminar este relato tan largo, me acosté con miedo de despertar con calambres y quien sabe qué cosa peor; como esto lo escribo cuando ya sé que no pasó nada, pues les reitero: no me pasó nada.
P.D: A quienes pidieron que escribiera cortico les cuento que escribo largo porque Ipiales no es como la maravilla turística y además yo solo… pues no quedó de otra para entretenerme.
P.D 2: Se hace un sincero agradecimiento a quienes colaboraron con plata en la alcancía o que me la dieron a mi. La frontera con ecuador y los enemil ceviches que me voy a comer se los dedico a uds y a Rafa por su gigantesca colaboración o patrocinio, como lo prefieran ver.
Que viaje tan bacano