Inspirado por el arribo del Tour de france a la Alsacia, decidí recorrer en bicicleta, la etapa más montañosa. Salía de Mulhouse, a unos 40km de aquí, se trepaba el Grand Ballon d’Alsace, después la Col de Hundsruck, el Ballon d’Alsace, para teminar en la Planche des belle filles. En español, el grán morro de alsacia, la loma de la espalda del perro, el morro de alsacia y por último la meseta de las chicas lindas. Lo importante de aquí no es mi barbárica traducción de los míticos nombres sino que, todas estas subidas juntas, sumaban unos 4000 metros de elevación.
Sobreestimando mi capacidad ciclística me dije, si Nairo puede, porque yo no! Pues bien, el día elegido para hacer esta ruta era justo el siguiente después de que el tour oficial pasara. Por cosas de la vida — todos los sitios para dormir estaban llenos — me tocó pasar la fecha a la semana siguiente y dividir el paseo en tres etapas. Primero de Basilea a Mulhouse (40km), dormir en un camping; al otro día hacer la etapa (120km), dormir en Belfort y desde allí, al día siguiente, volver a Basilea bordeando el canal du Rhone au Rhin (el canal que une el Ródano con el Rin) unos 80km.
Hecho el resumen de mi Tour de France de tres días en un solo párrafo, empecemos…
De Basilea a Mulhouse hay unos 40km, no es nada del otro mundo en cuanto a dificultad… no se puede encontrar un recorrido más plano. Tiene de especial que el camino es acompañado por agua en la primera parte y bosques, en la segunda. En un principio Le Grand Canal D’Alsace, va paralelo al Rin; y, que en mi caso, me obliga a pasar por una isla que a su vez hace parte de un parque natural: La Petite Camargue. Para acceder a ella hay que empezar desde el lado Alemán. Una vez en Francia, la ruta es una L rectísima de 25km que pasa por la Forêt de la Harde y se desvía por el canal du Rhone au Rhin hasta Mulhouse.
Llegué a mi camping por la noche. No es que me haya tomado tanto tiempo para hacer unos simples 40km, sino que por ser simples, y 40, decidí salir tarde. En el camping fui informado que el checkout era a las 9am, cosa que me desbarataba los planes del siguiente día: salir tan temprano como fuera posible.
Sobre Mulhouse, o miluus, como lo pronuncian no me expando mucho, es más bien medio decadente, aunque acoto, la cerveza y la tarte flambée pasan con buena nota.
Madrugado pero sin poder hacer el checkout del camping, salí al otro día rumbo al Grand Ballon. Resultó ser una subida larga con una pendiente mediana, 23km al 5% desde Cernay y que vaya uno a saber porqué, me reventó. Debieron haber sido las cervezas de la noche anterior. O la tarte flambée. O porque paré a tomar fotos más de una vez. O las llantas de la bicicleta; es de gravel y por ser un poco más anchas que las de ruta, pues lastran. O pudo haber sido el peso del equipaje: sleeping, ropa y demás checheres necesarios para sobrevivir por tres días, siempre pesan sus kilitos. Tambien tuve que cargar con mi barriga, que por más esfuerzos que yo haga para reducirla no hace más que expandirse; eso se lo achaco a la lechuga europea, debe tener hormonas y quien sabe que más: por eso es que ya no la como. Creo que también influyó un poco el no haber entrenado, pero vamos, si Nairo puede treparse este morro con tres saliditas en Boyacá, porque yo no, que voy a la oficina en bicicleta!
Mientras subo me pasan ciclistas volando y como para hechar sal en la herida, me animan con sonoros: alléz, alléz! Arriba, en el Ballon, no me espera el publico extasiado por mi proeza deportiva sino tan solo una simple nube gris-casinegra de buenas proporciones que llora por el tiempo tomado. En fin, el tiempo final medido en Strava es una verguenza absoluta: 2:05 minutos para 20 kilómetros! Tiene razón la nube en llorar, aunque sea de pena ajena. El problema para mi fue que tanto sentimiento celeste me obligó a refugiarme en uno de los dos chalets para mantenerme seco, y porqué no, para un cafecito, que no le hace mal a nadie. La nube no solo no paró de llorar sino que, por cada minuto que pasaba, su intensidad se duplicaba.
No viendo muchas opciones en el menú del día, me vi obligado a montarme en mi caballito de alumino y continuar con mi camino. El descenso a Geishouse (algo así como la casa de los espíritus o casa de huéspedes), fue rápido. Por este lado el agua no era mucha, aunque las condiciones de su asfalto no eran aptas para las bicicletas de ruta. Era evidente que por aquí no había pasado el tour de francia, pero poco importaba, al final de cuentas al mismo valle iba a llegar. Con la nube detrás, pedaleando como un poseido, comencé la Col de Hundsruck y… ¡hice plop! Se me acabó la gasolina. Renqueando y padeciendo la pendiente llegué a la cima de esta montañita. ¡Y la nube también! Agua, dios y misericordía fue lo que cayó. El descenso en medio del dilubio universal fue dificil porque no veía en lo absoluto. Llegué a Maseveaux, ubicado justo en el valle que se dirige al Ballon a secas y de allí a la Planche des Belles Filles. Cómo era domingo, todo, absolutamente todo estaba cerrado. Bueno,todo, excepto un restaurante que tenía cordon bleu como plato principal. Después de las debidas disculpas por mojar el piso de tal manera y ellas aceptadas, me zampé uno de esos, pero de tamaño gigantesco, además de un par de cervezas grandes y, al cabo de hora y media, lleno a morir y viendo que el aguacero no amainaba siquiera un poco, me vi obligado a aceptar que el Ballon y la Planche no iban a tener el plazer de conocerme. Cambié mi ruta y bajo la lluvia recorrí los 20 km que me separaban de Belfort. Mi fortuna no mejoró habiendo llegado a mi destino, pues me vi obligado a pasar hora y media sentado en un andén, bajo un alero protector, esperando a que alguien abriera la puerta de donde iba a dormir.
Despertado en Belfort, lo primero que noté eran lo variado, intensos e infinitos que eran los dolores que a mi cuerpo poseían. Hice una visita rápida por el centro de la ciudad, y, hechas las fotos de regla, me monté en la bicicleta con un solo objetivo: el canal du Rhone au Rhin. Es un canal con un camino lateral que me llevará directo a Mulhouse y Basilea. El canal es muy bonito, es plano y es largo, unos 60 km hasta Mulhouse. Solo un problema. Bueno, tres. Uno, me dolía hasta el alma. Dos, no tenía un gramo de fuerza. Tres, el viento en contra era intensisimo. Ñapa, el viento nunca paró. Solo resumiendo la cosa, los ochenta kilómetros entre Belfort y Basilea resultaron más difíciles y sufridos que los cien del día anterior. Con ese viento así, todo parecía una subida interminable.
Este camino hace parte de la ruta 6 europea; ruta ciclistica que comunica el atlantico con el mar negro. Empieza en Nantes y termina en Constanza. En Europa hay una serie de rutas muy extensas solo para bicicletas que, dependiendo del país, están bien o mal mantenidas. Los ciclistas que las recorren se comportan como los peregrinos del camino de santiago, sin espiritualidad, claro está. En medio del camino hay posadas y restauranticos para recobrar energias muy parecidos a los del camino francés. Nada de esto me importó o impresionó. El único objetivo del día era llegar a Basilea para acabar con tanto sufrimiento.
Llegué hecho un chupo pero llegué. Es así como mi Tour de France de tres días me dejó vistiendo la maillot jaune ya que fui el vencedor indiscutible de esta gesta de uno. Me quedé preguntando, eso sí, que me habría ocurrido si hubiese hecho los 21 días del tour; pues si Nairo puede, porque yo no? Como a las dos horas, ya almorzado me llegó la respuesta: ¡Él tiene equipo!
¡Ah! Eso fue lo que me faltó! Un patrocinio y par de gregarios y con eso le doy palo y seco a Nairo. ¿Nairo? ¡Nairo, Froome, Rigo! ¡Que se vengan con sus Ski, Moviestar y Drapac! Bueno, pero no ahora, que se esperen yo entreno un poquito.